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"Mi Edo" está estructurado en varios apartados.
A modo de resumen:

 

Presentación
El protagonista –Ki- imagina el miedo como un gigante con brazos alargados, con los colores de una señal de advertencia de peligro: es amarillo y negro. Lo llama Edo.
Aunque no le gusta sentirlo, ya al comienzo, Ki asegura que el miedo no es un malvado: “es el único que puede estar conmigo siempre, en todas partes, siempre me está cuidando.” Por ese motivo, el niño le ha dedicado un cuaderno en el que recoge algunas de sus experiencias con el miedo.


















 

 

Un deseo
Ki le dice a su madre que le gustaría estar siempre contento. Sin embargo, a través de una historia que ella le cuenta -de un ratoncito que no conoce el miedo- llega a la conclusión de que estar siempre feliz no es buena idea ya que, a veces, podemos encontrarnos con peligros reales.

Fantasía
Ki se da cuenta de que, en ocasiones, teme cosas que solo están en su cabecita. Su madre le dice que, a veces, confundimos realidad y fantasía y le tranquiliza diciéndole, por ejemplo, que “lo que no existe, no puede hacernos daño”.

 

Nana para un gigante pequeño
Una noche en que Ki siente miedo, llama a su madre y esta le canta una nana a ese gigantito -Edo- que todavía necesita aprender algunas cosas, como que la noche solo es más oscura y silenciosa que el día. 

 

¡No tengas miedo!
El protagonista se lamenta de que los adultos le pidan cosas imposibles como “¡No tengas miedo!”. El niño se da cuenta de que no sentimos las emociones a voluntad, no existe ningún interruptor que las encienda y las apague, no pueden quitarse o ponerse… Es necesario convencer a Edo de que no le va a ocurrir nada terrible.

 

Espantapájaros
Ki se pregunta por qué han huido de él los pajaritos del parque aquella tarde y qué le habrá dicho el Edo de los pájaros a los pajaritos acerca de él.

Escalones y escaleras
“Mi Edo es un poco raro. A veces, lo mejor es hacerle caso y otras hay que hacer justamente lo contrario: ¡atreverse!” Así comienza este apartado en el que Ki se da cuenta de varias cosas:

- Una de ellas es que para dejar de sentir miedo es necesario aproximarte a aquello que lo produce y que no hace falta ser un héroe, puede acercarse poco a poco -de ahí los escalones y las escaleras, donde arriba del todo está lo que teme-.
- Otra es que algunas de las mejores cosas que le han ocurrido a Ki han empezado dándole un poco de miedo.

-Otra más es que se siente muy bien cuando llega al final de esa escalera.

¡Menudo trabajo! Gracias, Edo
Ki reflexiona sobre el penoso trabajo que le ha tocado a Edo. Se le ocurren muchas otras cosas más agradables a las que dedicarse que ese trabajo que Edo tiene: de guardaespaldas, de protector que no descansa y que debe asustarnos para que no nos ocurra nada. Por eso le da gracias -aunque no le guste nada sentirlo-.
El álbum tiene doble final. Se pone fin no solo a la narración de Ki, sino también “la historia del ratoncito que se encontró con un gato”. Ki imagina feliz a su Edo porque el ratoncito ha logrado escapar de las garras del gato.
Se trata de un "final bonito" que le gustaría a cualquier Edo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






¿Por qué “Mi Edo” y no “miedo”?

No se trata de un simple juego con la palabra “miedo”, existe otra intención.

Las palabras suelen ir acompañadas de una fuerte carga emocional, sobre todo las referidas a una emoción experimentada como aversiva. Es fácil comprobar que decir -o pensar- “miedo” o “mi Edo” no genera la misma reacción en nosotros.
El título trata de que el lector se acerque a esa emoción como observador: que no mire a través de esa emoción sino hacia ella.

Gran parte de los álbumes sobre el miedo para niños/as suelen centrarse más en los estímulos que lo provocan –que son muy numerosos y variados-. Sin embargo “Mi Edo” desea centrar la atención en el miedo en sí.

 

¿Por qué se personifican el miedo y el ratoncito?

Para cualquier persona, y especialmente para un niño, resulta más fácil, para trabajar u observar algo que se siente, imaginarlo con ciertas características físicas.

En el álbum se resalta que es algo que el niño imagina. No se persigue crear un ser fantástico.

En la historia que la madre cuenta al niño se ha utilizado como modelo un ratoncito –más personificado en las ilustraciones que en el texto- ya que un ratón es capaz de experimentar miedo -y bienestar- y emplear el ejemplo de otro niño podía resultar inadecuado por varios motivos. Los principales son que el niño-lector se sentiría identificado con el niño en apuros y dejaría de ser el observador objetivo que se deseaba y porque cualquier ejemplo referido a un niño inmerso en una situación de amenaza podía ser desagradable o bien infundir algún tipo de miedo no presente en el lector.

 

¿Por qué el apartado “¡No tengas miedo!”?

Es una llamada de atención a los adultos.
A veces, sin ser conscientes de ello, solicitamos cosas imposibles a los niños. En el caso del miedo, pedirle a un niño que no lo tenga, además de disparatado, puede tener como consecuencia que, simplemente, decida ocultarlo. Cuando se solicita algo así, estamos tratando las emociones -lo de dentro- como si fuera algo del mundo exterior -lo de fuera-.
Cuando algo externo no nos gusta, podemos evitarlo, rechazarlo, cambiarlo por otra cosa… pero no es algo que habitualmente pueda hacerse con las cosas de nuestro interior -pensamientos, emociones…-.También supone invalidar las emociones. Es como decirle a un niño que NO DEBERÍA sentir justamente aquello que está sintiendo.

 

¿Y “Escalones y escaleras”?

Todos los apartados tienen un porqué.

“Escalones y escaleras” se basa en la idea de exponerse –gradualmente- a lo que se teme. Normalmente, el miedo se mantiene porque evitamos aquello que lo provoca, en lugar de afrontarlo. Con demasiada frecuencia, seguimos una secuencia equivocada: esperamos a no tener miedo para hacer algo y no nos damos cuenta de que se trata de una trampa. El orden debe ser el contrario. Por ello, resaltar la secuencia inversa es importante: cuando hago algo –conducta-, entonces, la emoción experimenta un cambio.

 

¿Por qué un álbum en el que el miedo no desaparece?

El miedo no es algo que deba desaparecer. Por otro lado, hagamos lo que hagamos, nunca desaparecerá totalmente. Normalmente, tiene una función de supervivencia, por lo que siempre estará presente en nuestras vidas.

Es muy frecuente este modelo de cuento o álbum ilustrado: un niño le tiene miedo a un ser fantástico –habitualmente un monstruo-, pero descubre que es simpático y por eso no hay que temerlo y el miedo desaparece como por encanto. 

Lamentablemente, en la vida real el miedo no desaparece tan fácilmente. Por otro lado, tampoco se suele transmitir la idea de la necesidad de aceptar cualquier emoción. Con los niños el trabajo con las emociones suele limitarse a identificar, regular y, sobre todo, controlar; raramente a aceptar.

Y, sin embargo, ¡son tantas veces las que tendremos que tomar al miedo de la mano y atrevernos!




 

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